Una conversación interrumpida

Hay una forma feliz de anacronismo que consiste en vivir voluntariamente en el pasado. Nadie espera que ese pasado nos atrape alguna vez, de modo que, para sobrevivir ha de ser algo más que un consuelo y algo menos que una reserva moral. En términos borgianos: el pasado como una utopía de memorioso. Días atrás leía la conversación entre Javier Marías y Umberto Eco con la sensación contenida de estar asistiendo a un feliz hallazgo arqueológico. Lo es el lenguaje de la conversación, ubicado en la pausa de un tiempo que ya no se nos concede. Lo es la presencia algo abotargada de dos escritores que escriben como ya no se lee, inasequibles a un lector que busca en sus páginas un mensaje reductor sobre el que construir su tiempo apresurado. Hay que entenderlos a ambos, al lector y al escritor, y el abismo temporal que mantiene su conversación interrumpida, una pasión edificada sobre sucesivos desencuentros. Escuchando / leyendo a Marías y a Eco, me convenzo de que la verdadera relación entre un escritor y un lector se construye sobre el equívoco. Lo compruebo y lo experimento a menudo en mi propia persona (especialmente la que escribe), tan susceptible de que su tergiversación la convierta en diletante…

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