Acerca del Acontecimiento
En su
análisis del llamado realismo capitalista,
el desaparecido Mark Fisher señalaba como uno de los rasgos del capitalismo
tardío la hiperburocratización, un tipo de burocracia que crece a lo ancho, no
a lo alto; no en la jerarquía, sino en la dimensión horizontal de una realidad líquida, de cuyos métodos de control
deriva la generación de simulacros, de representaciones simbólicas sobre expectativas
de rendimientos, de memorandos que son como creencias esotéricas concebidas
para evaluar los rendimientos futuros de actividades que, en el fondo, son
reacias a la cuantificación (así el Sistema Educativo, la Policía o la Sanidad
Pública, etc.). Para Fisher, todo esto concluía en una especie de estalinismo de mercado en el que las
grandes empresas colectivas gastaban en propaganda lo que debería estar
destinado a su desempeño real, produciendo el efecto perverso de una burocracia
de rostro tan amable como opresor.
Sobre este sustrato de realismo capitalista relatado por Fisher,
Belén Blesa Aledo elabora en Bestiarum curriculum un hermoso manifiesto antiburocrático centrado en el mundo académico, pero también
en la vivencia personal, uniendo filosofía y poesía en un modo de literatura que, parafraseando a su
autora, no quiere degradarse en el resentimiento. Con ese estilo de escritura
libre, surgida del devenir en el que se articula la experiencia, Belén Blesa
crea un texto sin género que –también al lector– le hace estar en movimiento,
huyendo de sus posicionamientos y convicciones, convertido al fin en una de las
máquinas deseantes de Deleuze. No es extraño que en esa escritura importe tanto
la mente como el cuerpo. Escribir con y desde el cuerpo, en su modo de ser y de
estar, en su modo de desplazarse. La escritura ha de imitar todos esos estados,
todos esos ritmos, para fluir sin pretensión
de un final, con libertad para encontrar el pensamiento en la noción misma
de acontecimiento, que en palabras de Blesa es la experiencia que no deja de transformarnos, el devenir que no puede
captar ningún inventario.
El acontecimiento no se define: fluye, y al fluir crea un retardo
que se resiste a los objetivos y los plazos propios de una mentalidad burocrática;
por eso el acto mismo de la escritura, tal como lo plantea Blesa, es rebelde y libre
y está tan ligado al cuerpo. El cuerpo es la marca de nuestro estilo, el filtro
a través del cual pasa toda nuestra experiencia, es la potentia de la que hablaba Spinoza, la esencia activa que conserva el ser de cada cosa. El cuerpo, en definitiva,
es la gran tarea pendiente de la filosofía en este siglo; implicarlo en su
totalidad supone situar nuestro pensamiento lejos de la abstracción deshumanizadora
del dato, en la dimensión poética de una vida que, en tanto que acontecimiento,
no se deja cuantificar.