Visión de túnel


Esta mañana, a propósito de la publicación en español de la última novela de Martin Amis, leía sus observaciones siempre punzantes sobre la muerte. Además de un gran novelista (muy sugerente Fresán al apuntar el mito de la Gran Novela Americana como un futurible que, vencido por su postergación, ha entrado ya en decadencia, mientras la Gran Novela Inglesa, un mito no enunciado, sigue gozando de la excelencia del hallazgo involuntario), Amis es un gran hipocondriaco. En Experiencia -por citar un solo ejemplo- ya se dejaba caer por territorios odontológicos, en los que la muerte esperaba al final de ese gran túnel oscuro que es la visión en el espejo de su boca desdentada. A medida que las novelas se suceden y la vida evoluciona, se diría que Amis va avanzando con una luz de palmatoria por ese pasadizo sin dientes, sin ver demasiado, pero sabiéndolo todo. La edad biológica crece y se hincha como un absceso de pus, seduciendo a la muerte con su belleza patológica. De algún modo nuestras enfermedades son requiebros para la Parca, que encuentra en la debilidad de nuestra carne los atributos de nuestra belleza. A nosotros, como a cualquier seductor, sólo nos queda hacernos el difícil y fingir que nos importa más el pasado, ese continente ignoto, esa presencia enorme e insospechada dentro de tu ser que a la muerte le pasa desapercibida…

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