Gente herida

Yasmina Reza (1959)
Viaje fugaz a la capital del Reino. Tan fugaz, que para que ocurra algo hay que buscarlo en las páginas de un diario. Acompaño a un familiar a una consulta médica y mientras espero ojeo la prensa del día. Madrid, en la prensa, es un cruce entre un gigantesco anuncio de contactos y un delirante compendio de ofertas inmobiliarias. Sexo y hogar, esa es la ecuación, pero ambos a lo grande, en sintonía con la dimensión de sus teatros y palacios. Madrid es Corte también en sus burdeles y en sus urbanizaciones de lujo, con su inconcebible intimidad de 400 m2 y 800.000 €. Un lugar sin límites. Más inmediato resulta lo de pasar página y seguir leyendo mientras los pacientes van y vienen por el pasillo largo y alfombrado de la consulta como si fuesen meritorios, como si, más que una dolencia ocular, a ellos también les afectase el deseo de prosperar, de ahí que imiten el aire entre esperanzado y humillado de los aprendices. Ninguno de ellos parece tener a su alcance la desmesura de esos lujos asiáticos encontrados en las últimas páginas de un periódico. A pesar de sus dolencias, ninguno de ellos aventura ese aspecto de gente herida de la que hablaba Yasmina Reza unas páginas atrás; gente sin tiempo para vivir, sin tiempo para pensar, sin tiempo para enfermar, sin tiempo para morir… Políticos y actores, precisa la Reza, seres guiados por la indómita y envidiada luz de su hybris personal.

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