Caras y caretas
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En sentido opuesto, nunca hubiese podido imaginar que tras aquella serie de fotografías de Marilyn Monroe leyendo a Joyce, a Whitman, a Ibsen o al propio Arthur Miller hubiese algo más que una frívola parodia de la figura del lector. Podría hacerse una antológica con todas esas imágenes de Marilyn con un libro en las manos, imágenes de remarcada melancolía que dotan a su personaje de una natural sensualidad. Bien visto, posiblemente esas fotografías de Marilyn lectora sean las que más se aproximen a la imagen que uno tiene del lector apacible. No tan apacible era su hasta ahora desconocida faceta de escritora, tal como revela Anna Strasberg, quien ha compilado los poemas, cartas y notas de la propia Marilyn en un volumen de inmediata publicación. A Marilyn, pues, le ocurre lo que a Gardel, de quien se decía que cantaba mejor después de muerto. Hay mitos que mejoran con la edad, como el propio Gardel, y luego está Marilyn, de quien se sigue esperando todo, como si todo fuese posible en ella, incluidas sus palabras manuscritas. A la luz de estos fragmentos, la poesía desgarrada de un ave nocturna, entiendo mejor todas aquellas fotos de lectora. En ellas Marilyn nos enviaba señales de socorro a través del tiempo. Toda la vida se le fue en eso. Y nosotros haciendo como que no lo sabíamos…