Obras menores

Representación de "Maestros Antiguos" a cargo de la Compañía Teatre Romea 

El primer día de otoño me descubre un tiempo de espera. Todo ocurre como tras una lejana detonación, en un instante de luz, esperando a que llegue el eco. De ese modo uno se pierde en el mismo intervalo en el que se extravía todo lo que ayer estaba aquí y hoy aún no ha llegado. Así la novela de Thomas Bernhard, cuya lectura no acaba en la última página. Como ciertas vidas, parece más interesada en su escrutinio que en su resolución y por eso regresa de continuo a sus conjeturas. Tal vez le ocurre lo que ella misma declara en su favor: que su calidad estriba, más que en la obra en sí, en lo mucho y bien que se puede discutir sobre ella, porque esa es la potestad de las obras menores frente a los trazos maestros que enseñan la parte más afinada de un autor: delinear en las fronteras de la imperfección el retrato completo del artista. Como ejemplo valga esta Sonata de Beethoven (Der Sturm. Sonata No.17), una pieza cursi, al decir de Bernhard, su obra más funesta, imprescindible para "discutir" el genio de un artista crispado y monótono en calidad de violento

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