Estilos tardíos

Edward W. Said (1935-2003)

Esta mañana, en un funeral, veía a distancia el féretro ante el altar y mientras cerraba mis oídos al piadoso sermón del sacerdote, pensaba en la apacible serenidad de algunas muertes, su falta de estridencia, su idoneidad, acorde tal vez con el silencioso ruido de su estela vital. Recordé algo de lo que Edward W. Said escribió sobre el estilo tardío; la muerte acompasada al tiempo de su vivir, como una estación del calendario, perfecta y saludablemente encajada en su hora; y frente a esa simetría la muerte entendida como disonancia, como intransigencia, como tensión no serena, como drama… En una especie de visión panóptica, repasé los rostros de los presentes, no muy numerosos, buscando en ellos ese escalofrío de exilio, esa expresión rapsódica e inacabada de nosotros mismos, expulsados por un instante de la idoneidad de nuestro tiempo. Me hubiese gustado ver en alguno de ellos esa luz prodigiosa que revela un estupor que está más allá de la consoladora idea de inmortalidad que todo creyente alberga. Y es que, como bien nos recuerda Said, lo tardío resulta mucho más interesante y productivo como disonancia, como desorden, como corrección de una vida que sólo es capaz de proyectar hacia el futuro esa anomalía. Si queremos que nuestras vidas imiten de verdad al arte tal vez debamos dejar que se expresen tal como se resuelven, abrupta y desgarradamente en lo tardío, asumiendo que si algo hay más productivo que la memoria es la confusión. Ahí queda eso…

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