Un apunte nítido e irreal

Giorgio de Chirico. El enigma de la llegada y la tarde (1912)

La promesa de la lluvia en la ventana me retuvo hoy en casa. La marquesa, pues, no salió a las cinco, para regocijo de Valéry y desgracia de los 80 mundos que el día vislumbra al doblar la esquina. Sin novela y sin mundo, el día se quedó en el apunte nítido e irreal de esa lluvia fina que golpeaba con suavidad el cristal. Frente a la ventana sentose pues la marquesa, nítida e irreal ella también, como un enigma, sin mover un dedo, sin pestañear siquiera, viendo así cómo su paseo acostumbrado –su acreditada trivialidad– se convertía en frustrada promesa. A los pies de la cama se quedó mirando la lluvia y escuchando conmigo el Lamento de Dido: Remember me, but ah! forget my fate, ese aria de Henry Purcell que llegó a mí como regalo y que pertenece a un tiempo también regalado y por el que no dejo de estar agradecido. Ando por la vida con cosas prestadas, como decía Pessoa, sintiendo que algo me falta en lo que ya no tengo, memoria o destino, como lloraba Dido antes de su muerte. Así estamos ahora la marquesa y yo, sin saber aún de quién es la memoria y de quién el destino, más cerca del lamento que de las preguntas, unidos en una misma trivialidad… Tal vez a ella nada de esto le importe; sus pensamientos, en la clausura, se centran igualmente en los acontecimientos consuetudinarios que acontecen en la rúa, y de ahí no la va a sacar nadie, ni Purcell ni Sergio Pitol, quien asegura que la marquesa saldrá a la calle a la hora convenida, si, pero dentro de un modesto ataúd…

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