En razón de las circunstancias

“Vino el señor solemne y me encargó un himno. Cuando escribí el himno me salió un responso. Vino el señor solemne y me encargó una arenga. Cuando la escribí me salió un balido. […] Vino el señor solemne y me borró del mapa. Y yo salí inconfeso en otro punto…”. A mi modo he sido himno, responso, arenga y balido, como en este poema de Valente. Me he ido de muchos sitios que fueron palabra y a la vez mentira, dejando un trazo seco de tinta que ha devenido borradura. Salgo ahora inconfeso en otro punto, sin memoria de mi primera fe, sin recuerdo de ese himno que surgió como insumiso responso, pasando luego a cobarde arenga y finalmente a abnegado balido. Nada de lo que permanece es fiel; sólo queda el privilegio de la destrucción, la sencilla, involuntaria acción del tiempo que convierte la tachadura en huella para escarnio del “señor solemne”. Su presencia anuncia la pálida transfiguración de este último balido en renacida muerte…

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